“Lo único malo de los niños, es que tienen un adulto en su futuro.».
Lo primero que leí, en mis mensajes de teléfono el día de hoy, 30 de abril, día del niño en México, fueron unas palabras, de una gran amiga de la infancia, que decían: “Gracias por ser esa persona tan importante y especial en esa etapa tan maravillosa de mi vida” con la piel de gallina, me puse a recordar tantos momentos de juegos, sueños, risas y travesuras que pasamos juntas, efectivamente una etapa maravillosa que se queda atrás, en el momento que uno, menos se da cuenta y que además, en el día a día, se va quedando en el olvido, hasta que alguien, como a mí está mañana, te lo recuerda.
Lo deberíamos recordar todos los días y no solo recordarlo sino, como en la película protagonizada por Bruce Willis “Mi encuentro conmigo” deberíamos de serle fiel a ese niño que éramos, perseguir sus sueños, y moldear nuestra figura adulta, como entonces lo deseábamos.
Una vez vi un anuncio, en un espectacular en el periférico, no me acuerdo que anunciaba, pero decía algo así como «Piensa si el niño que eras, estaría orgulloso del adulto en el que te has convertido”. Woow!! Fuerte, pero cierto, y es que realmente en muchas ocasiones dejamos por completo atrás, nuestra infancia y con ello nuestra más pura esencia.
Algunas características son muy rescatables, y si lo logramos, seguramente podremos tener negocios, relaciones y en general, una vida más plena.
Una puesta de sol, la salida de un arcoíris, unas nubes de tonos naranjas, un pájaro levantando el vuelvo, las olas que van y vienen, todas esas maravillas cotidianas, son una inspiración para alegrar el día, para esperar lo mejor de nuestros encuentros, de nuestras actividades, para sonreír al que pasa, para agradecer por la vida. No dejemos de apreciar la naturaleza con los ojos de un niño, gocemos de cada día.
Una gran carcajada, por algo simple, quizá por una equivocación, por un pequeño accidente, algo que no trascienda, pero por el hecho de hacernos reír fuertemente, lo recordaremos quizá para siempre y cambiará nuestro día. La risa es una gran medicina, demos la oportunidad de encontrar todos los días, al menos un motivo para soltar una gran carcajada de niño.
La confianza en alguien más, o tal vez en nosotros mismos. Saber que se puede, querer que se pueda, como cuando queríamos algún juguete, algún dulce, empleábamos todos los medios para conseguirlo, como adultos tenemos más medios a nuestro alcance, hemos conocido más alternativas, en nuestras manos están más recursos. Seamos tenaces en alcanzar cada día lo que nos proponemos, como lo hacen los niños.
La imaginación de un niño es increíble, todos los juegos eran de imaginar, un super heroé con una capa, salvando al mundo, o tal o cual personaje, que estábamos en la luna, en la playa, en la montaña, que nuestras bolsas eran maletas, nuestros peluches mascotas y nuestros muñecos, los hijos; imaginábamos tan intensamente, que realmente sentíamos, que estábamos en ese mundo, y eso nos distraía, nos alegraba. Imaginemos ahora, si lo que imaginábamos y que nos hacía tan felices, se ha convertido en realidad, si podemos lograrlo, si nos hace felices.
La inocencia, creer, tener en el alma pureza, sentirnos mal por el anciano que pide limosna, por el accidente que le ocurrió a un amigo, por la tristeza del otro, queríamos ayudar con lo que estaba a nuestro alcance; no queríamos sacar ventaja del más débil, sino ayudarle, no queríamos manipular con frases estructuradas. Dar es darse, la vida es como un boomerang y todo regresa, por eso todo lo que demos, en los negocios, como productos, servicios, pagos, garantías, que sea lo mejor que tenemos para dar, lo más justo, seguramente puede ser mucho más que cuando éramos niños.
Perdonar, muchas veces como amigos, como hermanos, peleábamos por pequeñas injusticias, por querer un juguete que el otro tenía, por sentirse o ser insultado, pero al poco tiempo ya estábamos jugando de nuevo, con un par de palabras de perdón o quizá tan solo miradas. Perdonemos como niños, las injusticias, los malos servicios, las no correspondencias, reclamando lo justo, pero con el corazón abierto al olvido.
El amor incondicional, el que dan los niños, sin fijarse en diferencias, lo dan todo porque lo esperan todo; aprendemos con el tiempo que no todo llega, pero en la experiencia también debemos aprender que aveces no llega lo que queremos, pero al final llega algo mejor, por eso dar sin medida tiene su recompensa. Busquemos la recompensa de dar siempre lo mejor, trabajar por lo mejor y al final tarde o temprano, esperar lo mejor.
Así entonces tenemos mucho que rescatar del niño que fuimos y
ser los héroes de nuestra propia vida.